Para un futbolista, ser convocado por su selección nacional para disputar una fase final de un mundial, es, en palabras textuales de muchos jugadores, “lo más grande”. Sin embargo, ese premio de poder participar en una Copa Mundial no siempre ha sido un regalo. Eso pensarían muchos seleccionados por Italia cuando en los mundiales de Italia 34 y Francia 38 recibieron ‘interesantes’ mensajes de su ‘jefe de estado’, Benito Mussolini.
En 1934 se disputó el segundo mundial de la historia. El primero en suelo europeo, pues cuatro años antes, Uruguay albergó el primer campeonato, y los locales se alzaron con la victoria frente a Argentina (4-2). Tanto Suecia como Italia querían organizar el campeonato del 34. Sin embargo, los suecos, dos años antes, renunciaron a esa posibilidad sin dar ninguna explicación o motivo. ¿Casualidad o que la ramas de Mussolini llegaron hasta el país escandinavo?
Italia se quedó sola en esa lucha y consiguió albergar el primer mundial en Europa. Mussolini cumplió su objetivo. Para él, el fútbol era secundario. De hecho, hasta el comienzo del campeonato, el dictador no había presenciado ni un solo partido en su vida. El italiano pretendía utilizar el fútbol como propaganda del fascismo. Durante el torneo, asistió a todos y cada uno de los partidos de la ‘azzurra’.
Organizar el mundial de fútbol fue motivo de júbilo para el país con forma de bota. ¿Y para sus jugadores? Un marrón, muy grande. Mussolini antes del comienzo del torneo, dijo al presidente de la Federación de Fútbol Italiana, con ‘agradables’ palabras, que debían ganar ‘su’ torneo. “No sé cómo hará pero Italia debe ganar este campeonato. Es una orden”. Sutileza en estado puro, la indirecta más directa que recibiría ese hombre en su vida. A su vez, los futbolistas italianos recibían antes de cada partido un mensaje muy reconfortante de Benito: “vencer o morir”. Cómo para no salir al terreno de juego a correr como nunca. Los italianos ganaron ese torneo. Nadie lo hubiera dudado. Un torneo cuadriculado para que los anfitriones y Mussolini fueran felices. La selección italiana contaba con grandes futbolistas, como el legendario Giuseppe Meazza, pero también con la inestimable y mafiosa colaboración arbitral. Especialmente escandaloso fue el partido de cuartos de final que los italianos disputaron frente a España. Pese a la actuación arbitral y a la dureza de los italianos, 7 futbolistas españoles terminaron lesionados ese choque, Italia no pudo superar a España y el encuentro terminó 1-1. Eso sí, el gol del anfitrión llegó en una acción de fata clamorosa sobre la estrella española, el portero, Ricardo Zamora. También le sería anulado un gol legal a los españoles. Un robo, que se acrecentó aún más en el encuentro de desempate, pues en esa ocasión no fue uno, sino dos goles los que el árbitro anuló a la selección española. Los árbitros con sus actuaciones les blindaban en bandeja de plata el mundial a los italianos. Y así fue.
En la final contra Checoslovaquia, el Duce hizo entregar una nota a su entrenador en el descanso y en la que expresaba lo siguiente: "Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar". El entrenador trasladó el mensaje y los italianos consiguieron ganar el trofeo, eso sí, remontando un gol de los Checoslovacos. También repitieron cuatro años después en el Mundial de Francia 38.
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