El 17 de Julio de 1994, las dos selecciones más laureadas del mundo del fútbol se enfrentaban en la final del mundial de Estados Unidos. Dos de las máximas favoritas llegaron a la última ronda exhibiendo diferentes armas; Brasil, samba y goles de la mano de una de las parejas más brillantes de un campeonato mundial, Romario y Bebeto; e Italia, a su ritmo y estilo, sufriendo como casi siempre en las primeras rondas, pero llegando lejos, todo ello, liderado por el entonces vigente Balón de Oro, Roberto Baggio, que salvó, en más de una ocasión, a la selección ‘azzurra’ de una eliminación anticipada. Romario frente a Roberto Baggio, Brasil frente a Italia. Las dos selecciones poseían tres títulos de campeones del mundo, es decir, los dos equipos con más títulos de la historia del torneo, junto a Alemania. No era una final más, sino el partido que decidiría qué nación decoraría con más títulos sus vitrinas. Todo ello en una final inédita en las 14 ediciones anteriores que, además, también terminó por decidirse de una manera novedosa hasta entonces, sin goles durante los 90 minutos reglamentarios más los 30 extra de la prórroga y desde la tanda de penaltis.
La final no fue el partido más brillante del campeonato pero, como no podía ser de otra manera, sí fue el más tenso, vibrante y emociónate por lo que había en juego. Cada balón se disputó como si fuese el último y ninguna de las dos selecciones quería errar, sobre todo en defensa, para no dar opciones extra a su rival. Tanto Brasil como Italia supieron frenar a los auténticos líderes y estrellas de sus rivales, Roberto Baggio y Romario. Las mayores ocasiones las tuvieron los brasileños que pusieron en muchos aprietos a la defensa italiana y sobre todo a Pagliuca, que incluso se alió con un poste (lo llegó a besar) tras un error en un disparo lejano que estuvo a punto de costarle un gol bochornoso y por ende, la final. Sin embargo, tras los 90 minutos y después de una prórroga también, se llegó al final sin goles. La final del mundial de USA 94 se convirtió en la primera que terminó sin goles y por tanto, el campeón se decidió en la tanda de penaltis.
El primero en decidir su futuro fue la selección ‘azzurra’, en las botas del legendario defensa y capitán, Franco Baresi que mandó por encima del larguero su penalti. Sin embargo, pese a poder adelantarse en la tanda, Brasil también erró su primer penalti. Pagliuca adivinó el disparo de Marcio Santos. Tras la primera ronda continuó la igualdad máxima en la final de la Copa del Mundo. En la segunda y la tercera ronda, ninguna de las dos selecciones falló. Albertini y Evani por Italia y Romario y Branco por Brasil, no fallaron desde los once metros. Sin embargo, en la cuarta ronda comenzó a desnivelarse la balanza hacia la ‘verdeamarelha’. Massaro no pudo materializar su penalti. Taffarel adivinó el lanzamiento del italiano y empezó a convertirse en héroe nacional. Ahora eran Dunga; por parte de Brasil, el encargado de dar ventaja a su selección; y Pagliuca, en sus guantes, la única persona que podía mantener la igualdad en la tanda de penaltis. Dunga, el capitán del equipo brasileño, engañó al guardameta italiano y dio ventaja en la final a Brasil, 3-2 frente a Italia. Brasil sonreía, Italia, se lamentaba. El error de Massaro en la cuarta ronda de la tanda, provocó que el quinto penalti se convirtiera en un ‘match ball’ para los italianos. La única posibilidad de mantener opciones en la final era que Italia no errara su último lanzamiento. El elegido fue uno de los elegidos, el gran Roberto Baggio. El delantero italiano había cuajado un gran mundial, con actuaciones individuales brillantes que dieron vida extra a su selección nacional en varias fases del torneo cuando ya agonizaba. Sin Roberto, Italia hubiera escrito una página decepcionante en el mundial de Estados Unidos. Ahora, volvía a tener la responsabilidad que se le exige a los grandes, a los genios. Marcar significaba mantener viva la esperanza, la única vía posible para el potencial éxito. Errar era el fin. Roberto se acercó al punto de penalti con el balón, despacio. Colocó el balón en la cal, amoldando el césped, como premonición de algo. Tardó en volver a la verticalidad total. Cogió carrerilla y esperó al pitido del árbitro. Dos naciones expectantes y el mundo como protagonista. El jugador italiano comenzó a dirigirse hacia el balón, dibujando durante la carrera el golpeo, la fuerza y la dirección que quería imprimirle. Nada de eso se materializó. Roberto Baggio golpeó demasiado bajo el balón y éste salió demasiado alto, por encima del travesaño de la portería que defendía Taffarel. Ya no había marcha atrás, todo quedó decidido con el error de Roberto Baggio que quedó estático dentro del área, con la mirada abajo, mientras todos los jugadores brasileños corrían eufóricos a abrazar a su portero. Brasil se convirtió en la selección más laureada al alcanzar su cuarto título mundial, en la primera final de la Copa del Mundo que se decidió desde los once metros, en una tanda de penaltis.
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